Núm. 17 (9): Calmécac. Diciembre 2014
Existir es nombrar, la memoria permite el registro, la conservación, la evocación, unidad simbólica de vida, a través de ella nos percatamos de quiénes somos mientras se mira, mirar es detenerse, observar para reconocer. Ningún hombre puede ser solo sino a través de lo que capturan sus sentidos. El lenguaje es una de las maneras de traer al mundo, de dar forma, permite la locución del libre intercambio de ideas
y realidades, la memoria y la escritura forman la humanidad, no basta el tránsito de recuerdos, escribir permite asentar los tres principales estados verbales, una de las voces a la que a menudo regreso
pertenece al Poeta Pedro Salinas quien afirmaba que una persona desconoce su lenguaje vive pobremente, vive a medias. ¿Quién no ha experimentado las gratas palabras de un te quiero? ¿Quién no ha sentido la pesadumbre de un me equivoqué? Si el lenguaje afirma o niega al individuo, la escritura lo enfrenta a reafirmarse, oportunidad para la memoria, el recuerdo, la evocación. En el presente número
convergen textos que rescatan nombres de primera línea en la literatura mexicana, celebración del centenario de dos autores imprescindibles Octavio Paz y José Revueltas de quienes para fortuna nuestra, seguirán vigentes.