A Pedro Infante no le hubieran gustado Los Beatles
DOI:
https://doi.org/10.5281/zenodo.4818921Resumen
La muerte de Pedro Infante en 1957 significó el inicio del fin de la Época de Oro del Cine Nacional, una época de prosperidad para el gremio cinematográfico y de bonanza general para las grandes ciudades mexicanas que vieron un crecimiento exponencial en tiempos de posguerra. Pero también, en ese mismo año, inició la ruptura de todo este periodo de crecimiento económico que inició con la Expropiación Petrolera de 1938 y que remató con el Desarrollo Estabilizador, mejor conocido como “Milagro mexicano”. Y es que, sin Pedro Infante, símbolo inequívoco de esa época, parecía que nada de ese mundo volvería a ser lo mismo y con el avionazo del 15 de abril se puso fin a todo un imaginario en blanco y negro, canto bravío y campiñas bucólicas, de la misma forma en que se cambiaban las estructuras económicas y políticas que se arrastraban del periodo pos-revolucionario. Porque México no solo ponía fin a una era dorada de cine ranchero, sino que se abría, por primera vez, cultural y económicamente al mundo, con todo lo bueno y lo malo que eso significaba.
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